jueves, 28 de abril de 2016

TRIANA, CERVANTES, RINCONETE Y CORTADILLO

"- Pues de aquí en adelante -respondió Monipodio- quiero y es mi voluntad que vos, Rincón, os llaméis Rinconete, y vos, Cortado, Cortadillo, que son nombres que asientan como de molde a vuestra edad y a nuestras ordenanzas (...)
- Volviendo, pues a nuestro propósito -dijo Monipodio- querría saber, hijos, lo que sabéis, para daros el oficio y ejercicio conforme a vuestra inclinación y habilidad.
- Yo -respondió Rinconete- sé un poquito de floreo de Vilhán: entiéndeseme el retén; tengo buena vista para el humillo: juego bien de la sola, de las cuatro y de las ocho; no se me va por pies el raspadillo, verrugueta y el colmillo; éntrome por la boca de lobo como por mi casa, y atreveríame a hacer un tercio de chanza mejor que un tercio de Nápoles, y a dar un astillazo al más pintado mejor que dos reales prestados.
 (...)
- Y vos, Cortadillo, ¿qué sabéis? -preguntó Monipodio.
- Yo -respondió Cortadillo- sé la treta que dicen mete dos y sacan cinco, y sé dar tiento a una faldriquera con mucha puntualidad y destreza."
                                                                                                 Rinconete y Cortadillo
                                                                                   Miguel de Cervantes Saavedra
                                                                                                  Novelas ejemplares
                                                                                             Círculo de Lectores, 1965

Después de esta charla, Rinconete y Cortadillo cruzaron mil veces el puente de barcas para salir de Triana y "acometer cualquier empresa de las que tocasen a su arte y ejercicio". 
Un día, cansados, caminando por el Arenal, tuvieron una visión: el puente de barcas aparecía así ante sus ojos...
óleo sobre lienzo de José de la Orden
Desde entonces tomaron la determinación de no seguir mucho tiempo "en aquella vida tan perdida y tan mala, tan inquieta, y tan libre y disoluta", porque habían contemplado la belleza en estado puro. 

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